El Verano (o lo que queda de él) Parte II

POR:  Juan Miguel Gaspar, adjunto a la Dirección de @eDesarrolla, Destión Emocional y Coaching.

LA SIESTA.-

Si hay algo que puede distinguir el tiempo de trabajo del tiempo de ocio con absoluta claridad es LA SIESTA.

A ser posible, la SIESTA DE PIJAMA.

La siesta nos muestra una vida absolutamente diferente en la medida que nos ofrece un día partido por la mitad, es como si durante un tiempo-el verano-,  pudiéramos vivir el doble, disfrutar de un amanecer que aún refresca, compartir con el resto de la naturaleza el re-encuentro con todo lo que se mueve y respira desde la primera luz, somatizar gozosos el trozo de vida que nos ha tocado y compartir este gozo con las flores, los sapos y los panaderos…

Y por la tarde, luego del vespertino reposo, cuando el sol nos empieza a tratar con un poco de respeto, de nuevo nos encontramos con el mundo, y con renovado aliento somos capaces de sonreír con más determinación y de entender mejor las vidas de los otros, el verano nos desconecta del duro curro… y con mejor humor y la mente más limpia podemos integrar mejor las historias de los otros, llorar y gozar con ellos.. nuestro esfuerzo por comprender a nuestro vecino disminuye y se convierte en un ejercicio que se parece mucho a la empatía, y puede que le ayudemos a encontrar a su perro o que le aconsejemos unas pastillas estupendas para la acidez.

Y en ocasiones, hasta entendemos las ventajas del trabajo en equipo, algo que los animales (por cierto, etimológicamente “seres dotados de ánima”), llevan siglos intentando enseñarnos con dudoso éxito.

Besos.

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